Uno de los primeros artículos publicados en La Voz de Galicia
El estallido de la burbuja inmobiliaria no solo
ha frenado casi por completo al sector del ladrillo. Esta parada también
ha llevado asociado el consiguiente frenazo de los diferentes sectores
que prestaban servicios accesorios a la construcción, como son el
cemento, la pizarra, etc.
La crisis económica general está haciendo pasar
malos momentos a un sector tan importante para la provincia como la
pizarra y sus derivados; recordemos que Ourense representa la mayor
concentración mundial de producción de pizarra. Pero la caída de las
ventas de inmuebles de los últimos años ha dejado malherido el mercado
interior de pizarra, si no se fabrican nuevas viviendas conlleva la
disminución de la demanda de pizarra y de sus derivados.
La fuerte disminución de la demanda interior se
contrapone a la magnífica evolución que mantiene en el sector
exportador. La pizarra es el máximo exponente de las exportaciones de la
provincia, supone más del 27% de la cifra total de la provincia, además
de mantener una excelente tendencia en términos de valor absoluto con
un incremento superior al 17% con respecto al 2009.
Llama altamente la atención cómo un sector
puntero a nivel mundial y fuertemente internacionalizado -en 2009 las
exportaciones desde Ourense suponía casi el 60% de las exportaciones
totales de pizarra de España- está sufriendo tan duramente el efecto de
la crisis en los últimos meses. Alguna de las posibles razones de la
difícil situación actual podría tener su origen en que, históricamente,
la pizarra ha sido un sector atomizado, donde predominan las empresas de
pequeña dimensión, con reducida capacidad financiera, donde prevalece
la gestión inmovilista por tradición e inercia, orientadas
fundamentalmente al producto y no al mercado. Tampoco se ha aprovechado
la época de crecimiento para fomentar la cooperación intersectorial
tanto con prescriptores como con el sector público.
En definitiva, podríamos decir que en el sector
de la pizarra se da la coincidencia de lo mejor y de lo peor de la
cultura emprendedora gallega; por un lado, es un sector claramente
enfocado hacia mercados exteriores, ofreciendo un producto con la mejor
calidad del mercado y a precios muy competitivos; y por otro lado, la
cultura del minifundismo y de la incapacidad de conseguir un
asociacionismo sectorial mediante el cual muchos pequeños productores
locales podrían ser el gran productor mundial.
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